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La temporalidad: aproximaciones desde el lenguaje y la cognición.

Writer's picture: francisco vargasfrancisco vargas

“Visiones de la Temporalidad”


Esta y las siguientes entradas girarán en torno al fenómeno de la temporalidad. Preferiré hablar de “temporalidad” más que de “tiempo” o de “el tiempo” ya que hablar de “el”  tiempo (con el artículo definido) ya es una interpretación bastante restrictiva y absolutizada del concepto amplio de temporalidad. Hablar de “el” tiempo le da el carácter de algo sustancial, de algo que existe independientemente de las diferentes perspectivas que adoptemos, o que existe objetivamente y precisamente me propongo problematizar ese tipo de nociones subrayando que se trata de un concepto mucho más complejo, plural, y en ocasiones, incluso, estratificado, es decir con distintas capas que se oponen, se superponen, se distinguen e integran. Se requieren para ello distintas visiones, es decir, distintas perspectivas desde la ciencia, la matemática, la filosofía, el arte y la literatura para aproximarnos a un concepto amplio de temporalidad. 


No se trata de ser pretenciosos y agotar el tema o querer englobar toda su complejidad, sino de arriesgar distintas aproximaciones y darnos cuenta de ciertas dialécticas y problemáticas de fondo que son constantes a lo largo de distintas perspectivas, así como llegar  a preguntarnos sobre las nociones de tiempo que usualmente manejamos que a veces caen en el ámbito de la obviedad sin preguntarnos acerca de ello. 


Creo ineludible en esto que se evidencien los presupuestos o los fundamentos matemáticos implicados en toda concepción de la temporalidad. Esto tiene que ver con, cómo a la representación del tiempo va ligada una cierta geometría o una cierta concepción del espacio. Esto está sin duda ligado a la visión florenskiana de la matemática como “…el presupuesto primero e indispensable para nuestra concepción del mundo” (Vargas, 2013).



Metáforas cotidianas del lenguaje


Nuestro abordaje cotidiano hacia lo que llamamos “tiempo”, frecuentemente está mediado por condicionamientos que nos impiden ver la temporalidad como un problema, con frecuencia con un carácter de obviedad acerca de interpretaciones que delimitan nuestra cognición. Estas interpretaciones, tal como lo plantean George Lakoff y Mark Johnson en su conocido libro Metáforas de la vida cotidiana, se encarnan en metáforas, que cumplen un papel fundamental a nivel cognitivo. Estas no se limitan a una simple figura retórica como usualmente se entiende en la literatura, sino, en sentido más profundo, constituyen la componente fundamental que nos permite construir conceptos en nuestra cognición, lo cual se refleja directamente en el lenguaje. Las metáforas no son simplemente una cuestión de que usted dijo la cosa de una manera y yo de otra, y cada uno se expresa distinto, sino que realmente eso cambia la manera de abordar o de referirnos a las cosas, y la manera en que vivimos y en que abordamos nuestra cotidianidad.


“Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética, y los ademanes retóricos, una cuestión de lenguaje extraordinario más que ordinario. Es más, la metáfora se contempla característicamente como un rasgo sólo del lenguaje, cosa de palabras más que de pensamiento o acción. Por esta razón, la mayoría de la gente piensa que pueden arreglárselas perfectamente sin metáforas. Nosotros hemos llegado a la conclusión de que la metáfora, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica.” (Lakoff y  Johnson, 2008). 


Veamos por ejemplo cómo entendemos la discusión, cómo entendemos cuando dos o más personas discuten. Hay algo que subyace en nuestras expresiones al respecto, que subyace este entendimiento y es entender la discusión como una guerra, una batalla, una pelea, esa es la metáfora que está por debajo de muchas expresiones. En el lenguaje cotidiano se refleja en  expresiones como:


“Tus afirmaciones son indefendibles. 

Atacó todos los puntos débiles de mi argumento.

Sus críticas dieron justo en el blanco.

Destruí su argumento.

Nunca le he vencido en una discusión.

¿No estás de acuerdo? Vale, ¡dispara!

Si usas esa estrategia, te aniquilará.” (Lakoff y  Johnson, 2008). 


Es algo que subyace a nuestra comprensión de lo que es una discusión y que realmente uno ve todo el tiempo en la práctica, y hoy en día estamos bombardeados por esta comprensión de lo que es una discusión. Las discusiones tuiteras que vemos todos los días son el ejemplo más claro, ya nadie se escucha, el objetivo es ir al ataque y  prevalecer y es realmente una batalla y un ambiente enrarecido para la discusión.


“Es importante ver que no es que nos limitemos a hablar de discusiones en términos bélicos. Podemos, realmente, ganar o perder en las discusiones. Vemos a la persona con la que discutimos como un oponente. Atacamos sus posiciones y defendemos las nuestras. Ganamos y perdemos terreno. Planeamos y usamos estrategias. Si encontramos que una posición es indefendible, la abandonamos y adoptamos otra nueva línea de ataque…” (Lakoff y  Johnson, 2008). 


Esto es solo un ejemplo, entre muchos otros que desarrollan los autores, para quienes “la esencia de la metáfora es entender y experimentar un tipo de cosa en términos de otra”. Como vimos en el ejemplo anterior, la discusión está conceptualizada en términos de lo que es una guerra, que es algo que todos comprendemos que es, pues está ligada a la historia humana, mientras que la discusión es algo que tal vez viene un poco más adelante en la historia, por ejemplo la discusión filosófica, la discusión con argumentos. 


Pero volviendo a nuestro tema de la  idea del tiempo, tenemos que en nuestra sociedad el tiempo es dinero, el tiempo es oro. Es una metáfora que seguramente escuchamos y usamos y que difícilmente es cuestionada socialmente. Tenemos expresiones como las siguientes (Lakoff y  Johnson, 2008):


“Me estás haciendo perder tiempo.

Este artilugio te ahorrará horas.

No tengo tiempo para dedicártelo.

¿En que gastas el tiempo estos días?

Esa rueda deshinchada me ha costado una hora.

He invertido mucho tiempo en ella.

No dispongo de tiempo suficiente para eso.

Estás terminando con tu tiempo.

Tienes que calcular el tiempo.

Reserva algo de tiempo para el ping pong.

¿Vale la pena gastar ese tiempo?

¿Te sobra mucho tiempo?

Vive de tiempo prestado.

No utilizas tu tiempo con provecho.

Perdí mucho tiempo cuando caí el enfermo.

Gracias por tu tiempo.”


El tiempo está conceptualizado en términos de dinero, nuestra sociedad tiene unas coordenadas bastante claras ,estamos organizados es una sociedad alrededor del dinero, una sociedad capitalista, y es natural que se entienda el tiempo desde esta perspectiva. Es una de las características más definitorias de nuestra manera de entender el mundo y de nuestra manera de organización. 


Pero esto es algo circunscrito a cierto momento histórico y que más bien tiene que ver con aquello a lo que refiere Erich Fromm en su libro Tener o ser, en el que hace ciertas reflexiones lingüísticas de cómo cada vez más a lo largo de la historia vamos usando el verbo tener.

Eso lo que refleja es que poco a poco la sociedad es una sociedad más basada en el tener que en el ser, y que se refleja en lo lingüístico. En su libro,  Fromm cita a Du Marais para ejemplificar esta cuestión:


““En el ejemplo, tengo un  reloj, tengo debe entenderse en su sentido propio; pero sí afirmo tengo una idea, tengo solo se dice de manera imitativa. Es una expresión prestada. Tengo una idea significa pienso, concibo algo de esta manera o de esta otra. Tengo ganas significa deseo, etc””. (Fromm, 1978, p. 37).


La expresión “tengo ganas” realmente es un uso metafórico o impropio del verbo tener, hay un verbo apropiado para indicar esa acción, y es el verbo desear. Lo que nos muestra Erich Fromm es cómo cada vez más se usa el el verbo tener, cosa que ya resaltaba en el siglo XVIII Du Marais, y que ahora es peor, como lo refiere en los siguientes ejemplos cuando un paciente va a consulta:

““Doctor, tengo una preocupación; tengo insomnio. Tengo una casa bonita, hijos hermosos y un matrimonio feliz, pero tengo muchas preocupaciones”.Hace algunas décadas, en vez de “tengo una preocupación”, el paciente probablemente habría dicho: “Estoy preocupado”; en vez de “tengo insomnio”, “no puedo dormir”; en vez de “tengo un matrimonio feliz”, habría dicho “soy feliz en mi matrimonio”” (Fromm, 1978, p. 38).

 

Esto para que nos demos cuenta de los cambios gigantescos que ha habido a lo largo de la historia y que se reflejan en el lenguaje. A nosotros nos parece obvio, lo que está diciendo el paciente es nuestra manera de expresarnos hoy en día, pero eso está reflejando unos cambios profundos a lo largo de la historia y nuestra comprensión de las cosas, nuestra manera de remitirnos a la realidad. En particular con respecto al tiempo: “tengo tiempo”, o “no tengo tiempo”: es algo que creemos que podemos tener o poseer.



Las metáforas espaciales y su variabilidad


Las perspectivas desde lo metafórico en las ciencias cognitivas   se inspiran, en lo que en español se conoce como el enactivismo (en inglés embodied cognition, que traduce literalmente lo que podríamos llamar “cognición corporizada”) siguiendo la línea inspirada por  autores como Francisco Varela. 


En esta misma dirección tenemos el panorama ofrecido en (Núñez y Cooperrider, 2013). Podemos ver, efectivamente, como espacio y tiempo están realmente entrelazados, pero yendo más en una dirección que en otra: con frecuencia lo que ocurre en nuestra cognición es que comprendemos el tiempo a partir del espacio, o la temporalidad a partir de lo espacial: “cultura tras cultura, hay evidencia convergente desde el lenguaje, el habla conjunta, los gestos, las tareas de comportamiento, todo lo cual sugiere que los humanos manejan estas nociones elusivas e indispensables, construyéndolas espacialmente”. La conclusión de esta revisión es que “el tiempo no es algo monolítico sino más bien un mosaico de constructos con distintas propiedades y orígenes” (Núñez y Cooperrider, 2013).


Los “constructos espaciales de tiempo” de los que hablan los autores, se refieren a cómo construimos nuestra noción de tiempo a partir del espacio. Para nosotros seguramente es claro en nuestros idiomas: para referirnos al antes y al después, por ejemplo, podemos hablar en Español de una “visión retrospectiva”, en donde el prefijo “retro”, significa atrás, lo que quiere decir que estamos hablando del tiempo ubicándonos en la perspectiva adelante-atrás. Hay allí entonces unos referentes espaciales, unas construcciones espaciales que estamos usando para referirnos al tiempo. “Estoy mirando hacia el futuro”, estoy proyectándome hacia adelante, mientras que hacia atrás está el pasado. Vale la pena preguntarnos si es esto siempre así. Lo  interesante es que no, y que hay lenguas donde la espacialización del tiempo es muy distinta. 


Otra cuestión interesante que también mencionan los autores es que a pesar de que el razonamiento espacial influya el razonamiento temporal,  el razonamiento temporal no influye sobreel razonamiento espacial de  la misma manera. La metáfora está construida por tanto en una cierta dirección: comprendemos lo temporal a partir de lo espacial y no viceversa, como se ve en los distintos ejemplos  de  diferentes nichos culturales considerados por los autores,  pertenecientes o no al sistema educativo, tanto urbanos como pertenecientes a pueblos amazónicos y de los Andes. 


Los autores hacen la distinción entre el tiempo, ‘deíctico’ y el ‘no-deíctico’.  La deixis se refiere a cuando señalamos con el dedo, entonces las expresiones lingüísticas deícticas, son aquellas que expresan algo dependiendo de quien habla como si señalase. Cuando digo “aquí” o “allá”, o “mío” y “tuyo”, , el contenido de esas palabras varía según dónde está quien dice la frase, es decir está referida al sujeto, al ego que habla. 


Los autores usan el término “D-time”, cuando es deíctico, y “S-time” cuando no lo es, es decir, cuando hay una secuencia vista "exteriormente": el sujeto que pronuncia la frase no se involucra como referente en la frase misma. 


Consideremos el tiempo deíctico. Cuando yo pronuncio la palabra “ahora”, obviamente depende de quién lo dice y cuándo, es variable. De hecho el “ahora” que acabo de pronunciar cuando termino de pronunciarlo deja de ser ahora. Lo que ocurre muchas veces en idiomas como el inglés, el español y muchos otros, es que nos ubicamos en el ahora y es como si miráramos hacia adelante el futuro y hacia atrás el pasado. Esta es nuestra comprensión y, ¿de dónde viene esta metáfora?, de nuestro desplazamiento,  pareciera que nos moviéramos hacia el futuro, mientras que el pasado es algo que ya dejamos, como cuando caminamos. 


Nos parece obvio pero realmente no lo es y  hay culturas que lo entienden al  revés. En el ejemplo de los Aymara, el pasado está hacia al frente y el futuro está hacia atrás. A nosotros nos parece obvio que es al revés, pero seguramente la metáfora espacial que ellos usan tiene su razón de ser:  podemos ver el pasado, mientras que el futuro no, por eso nuestro rostro, nuestra orientación está hacia al pasado y no hacia el futuro.  Vemos pues, cómo en ese pequeño cambio de representación, hay un cambio radical de nuestro entendimiento del tiempo.


Hay otras culturas en las que las metáforas que utilizan son referentes externos y no referidos al sujeto, como por ejemplo referentes geográficos:  el arriba de la colina (uphill) y el abajo de la colina (downhill). El pasado está abajo de la colina, y el futuro está arriba de la colina. O, en otras culturas,  el referente este y oeste:  el pasado está en el este y el futuro en el oeste. Seguramente tiene que ver con cómo es la trayectoria de los astros y en particular del sol a lo largo del día, el sol va de un punto y se dirige hacia otro (el fututo).  Aquí no importa tanto hacia dónde esté mirando o no mirando el sujeto, es independiente de la mirada de la persona, es algo más objetivado, con referentes externos y no referidos al sujeto. 


Hay otras maneras en cómo puede ser conceptualizado el tiempo, incluso en una misma cultura puede ser conceptualizado de diferentes maneras. Nosotros en nuestro lenguaje a veces usamos esta representación externa, como si miráramos desde afuera,  por ejemplo,  el “ahora” puede  estar en cierto punto, el pasado a la izquierda y el futuro a la derecha. Esto es algo que se construye así en nuestra cultura. Se trata de una metáfora que tampoco tiene por qué ser universal, pero está tan inmersa en nuestra cultura que nos parece algo obvio. Por ejemplo cuando hacemos un plano cartesiano, o una línea de tiempo, siempre utilizamos esta organización espacial que es algo meramente convencional. De hecho, hay otras culturas en que no es así, y que privilegian la orientación de derecha a izquierda, u otras culturas como la china,  donde la representación es:  arriba el pasado y abajo el futuro. Según los autores, seguramente esto es un constructo bastante reciente (solo a partir del uso de la escritura). En nuestro caso esta va de izquierda a derecha, pero en muchas otras culturas va de derecha a izquierda, o de arriba a abajo.  Pero como vimos anteriormente, hay otras maneras de representación del tiempo más objetivas, que no necesariamente tienen que ver con el sujeto  a partir del cual se establecen la izquierda y la derecha.


Hay otros ejemplos donde el tiempo está organizado sin referencia a un “ahora”, no hay un tiempo deíctico. Aún sin ahora puede haber una sucesión de eventos que están  organizados linealmente, hay un orden temporal pero no hay la separación entre futuro, pasado y presente, sino solo, entre  “antes” y “después”. Esto a veces ocurre en Español,  por ejemplo cuando hacemos la sinopsis de un drama o de una obra de teatro, todo está narrado en presente, lo que viene antes y  después está organizado desde una cierta lógica de la narrativa, pero no hay la referencia a un presente, no es deíctico.


Todo esto que acabamos de ver, muchas veces está basado en el uso del lenguaje y en el uso de gestos. Pero con frecuencia también tiene que ver con las representaciones y con lo que los autores llaman “tecnologías”. Como en el ejemplo los indígenas Lakota, quienes usaban una manera de representación en la que iban marcando el paso de cada invierno, dibujando una figura cada año, como en el siguiente ejemplo que constituye una representación temporal entre 1792 y 1902 (!).



Waniyetu wowapi (conteo de inviernos). Tomado de (Núñez y Cooperrider, 2013).
Waniyetu wowapi (conteo de inviernos). Tomado de (Núñez y Cooperrider, 2013).

Las representaciones que hacemos del tiempo, no debieran ser asumidas como algo intrínseco al tiempo mismo sino que tiene que ver con algo que varía culturalmente.


Tenemos que a lo largo de la variabilidad de las coordenadas, de las variables que los autores consideran, hay concepciones radicalmente distintas, y al mismo tiempo hay algo común y es que no hay excepciones conocidas a la metáfora tiempo como espacio. Según  los autores siempre hay, en las diferentes culturas, una cierta comprensión espacial del tiempo, es decir una metáfora que nos lleva a entender el tiempo como espacio.


Aquí hemos comenzado a ver una de las problemáticas sobre las que volveré repetidamente. La problemática tiempo vs. espacio es pervasiva. Está presente en la física, hasta el punto que hay físicos que se preguntan si realmente existe el tiempo, ¿existe el tiempo en la física o es simplemente una experiencia, una impresión o una ilusión subjetiva? muchas de las ecuaciones de la física realmente no aparece el tiempo en el sentido que le damos, por ejemplo en el sentido de la irreversibilidad. En una ecuación donde aparezcan espacio y tiempo, uno puede poner en el “t” de la ecuación cualquier número y puede volverlo hacia atrás para ver que pasó antes, e ir hacia adelante a ver qué va a pasar. Hay una simetría pasado-futuro, mientras que en nuestra impresión y experiencia del tiempo no la hay.



¿Prioridad de lo espacial, o de lo temporal?


A partir de lo anterios, una de las preguntas clave es: ¿será que siempre que queramos comprender y representar necesitamos una cierta espacialidad, aunque sea unidimensional, aunque sea un orden muy elemental? De cierta manera también tiene que ver con algo que elabora Heidegger en Ser y Tiempo, en donde llega a abordar esta problemática, acerca de nuestra comprensión o nuestra preconcepción usual del tiempo, y de cómo, muchas veces, hay una espacialidad ahí. Esa es la visión usual pero también puede haber una visión más auténtica del tiempo, que implica una visión o una experiencia más auténtica del ser. Heidegger ilustra cómo con frecuencia hay la primacía de la visión, sobre los demás sentidos, y muchas veces lo que llamamos representación tiene que ver con lo visual y cómo entendemos la comprensión a partir de lo visual. Esto esté ligado también con lo espacial:  lo que vemos tiene una cierta espacialidad,  como lo mostraba anteriormente con los calendarios, o la representación de izquierda a derecha.  Hablamos de “ver” y  de un “observador”, también cuando hablamos de comprensión o de una experiencia no visual: “ya veo claro lo que estaba diciendo”, “voy a ver a qué sabe esta comida”. Se trata de metáforas de la visión.


La misma palabra “idea” viene del griego, una cultura absolutamente visual, la idea en principio se refiere a la apariencia externa visual de una cosa. Cuando hablamos de “teoría”,  también viene de una palabra que indica la visión, una contemplación. Entonces esas metáforas del conocimiento tienen en nuestro caso occidental una componente muy clara visual, quizás también por eso como dice Heidegger está lo espacial implícito en nuestra comprensión corriente del tiempo, por esa visualización.


Pero también podemos ver la problemática desde otra óptica. Esto nos podría hacer pensar que es más primario lo espacial y más elaborado lo temporal; pareciera que construimos lo temporal sobre lo espacial. Pero también hay la perspectiva opuesta. Acaso lo más primario de nuestra existencia es lo temporal, es un poco lo que mencionada se Ser y Tiempo, poner esas dos palabras, la una al lado de la otra, es como si nuestro ser estuviera íntimamente ligado al tiempo, mucho más radicalmente que a lo espacial. Eso es algo que dice también el matemático René Thom, conocido por la elaboración de la teoría de las catástrofes: Según él, el mismo lenguaje pareciera revelarnos  que la temporalidad es algo más primario y fundamental que la espacialidad, porque en cualquier frase, en cualquier lengua, lo más esencial es el verbo, el cual tiene una componente temporal. Cuando uno habla, uno siempre está haciendo una remisión al tiempo de la acción, hay una temporalización de la acción que uno quiere indicar o del suceso; mientras que la espacialidad puede estar o no, es algo secundario.



Referencias


Fromm, E.  (1978). ¿Tener o ser?. Fondo de cultura económica.

Lakoff, G., & Johnson, M. (2008). Metaphors we live by. University of Chicago press.

Núñez, R., & Cooperrider, K. (2013). The tangle of space and time in human cognition. Trends in cognitive sciences, 17(5), 220-229.

Vargas, F. (2013), Aritmología, infinito y trascendencia: hacia el lugar de las matemáticas en la filosofía de Pavel Florenski. In F. Zalamea (Ed.), Rondas en Sais, ensayos sobre matemáticas y cultura contemporánea (pp. 61-79). Bogotá: Universidad Nacional de Colombia.


 
 
 

2 Comments


Felipe Alejandro Herrera Rueda
Felipe Alejandro Herrera Rueda
Feb 10

Somos animales que, para entendernos a nosotros mismos, necesitamos de historias. Dichas historias implican tanto una especialidad como una temporalidad. En ese sentido, quizá la necesidad metafórica del tiempo como espacio no es más que una muestra de la necesidad humana de entendernos a través del mito, de las narraciones. Incluso, podría ser que no haya forma de tratar de entendernos sin estas. Quizás esta necesidad psicológica tenga que ver con el hecho de que, según creo, el pensamiento más primitivo del ser humano fue el pensamiento mágico: entender las interrelaciones del mundo en referencia a historias de poderes; del origen; del bien y el mal; de tratar de entender nuestra naturaleza humana al reflejarla (y exagerarla) en el mundo.

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Jefferson Sanabria
Jefferson Sanabria
Feb 07

Es interesante anotar cómo ese tiempo deíctico, cuando utilizamos la palabra “ahora”, nos puede acercar un poco a la fenomenología de Hegel, en la cual, si vemos el primer apartado titulado La certeza sensible, en su Fenomenología del espíritu, nos introduce a la reflexión sobre la conciencia con la misma palabra “ahora” agregando el “aquí”, como certeza inmediata del ser de la cosa, anudando el yo como única posibilidad de inmediatez en tal conocimiento. Existe la experiencia del “aquí” y “ahora” en la inmediatez de un yo. Es decir, para Hegel, entrelazando su estudio en una relación conceptual con el tiempo deíctico, se anota la particularidad del ser, el yo, inmediato a la certeza sensible, universal, del ahora, que deja…

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